Recordar




RECORDAR


24.  La destrucción


Según el dicho mesiánico: “Si algo merece la Historia es su destrucción.” Esto es verdad también para un mesianismo sin mesías – o inmanente a la comunidad de lucha. Como sabemos, la Historia es de los vencedores, los bienes culturales testimonio de tiranía y masacre. En Catalunya, la burguesía que los construyó realizó su particular “acumulación primitiva” en el contexto del colonialismo americano, el esclavismo africano y su mundo, allá en el Caribe.


25.  El horror

¿Qué es una vida que no recuerda? Es el horror. Es el vacío que se tambalea en un vaivén completamente estúpido. Perfectamente a merced de las fuerzas ambientes.
     La lucha por la memoria es una lucha contra esta confusión y estupidez reinantes.


26.  El ruido infinito

No se vence el ruido infinito de la televisión infinita con un poco de ruido y un poco de televisión. Sino bajando la voz y hablando cara a cara, mirándote a los ojos, recuperando una presencia en un lugar.
     Los media son un arma estratégica que pide ser usada con medida y apagada con decisión.


27.  El arte de la memoria


El arte de la memoria estuvo ligado explícitamente a la magia, hasta que la opción civilizatoria de la Reforma y la Contra-reforma puritanas condenaron la existencia de lo maravilloso que habitaba el centro de la vida cotidiana y su horizonte.
     Hoy, aparte de en algunas estudiosas, este arte se encuentra en manos de las máquinas. La pérdida de los dialectos en Italia, del Ladino en Estambul, del Bretón en Bretaña, y, de la pequeña magia ritual de nuestras abuelas, son pequeñas señales que muestran los efectos del poder tecno-político. Un poder encarnado entre las infraestructuras (vehículo de flujos) y el lenguaje (vehículo de órdenes, sobre lo que se puede o no ver, decir, hacer, sentir, sin arriesgarse mucho) un poder que, durante el último siglo, ha acabado por imponer en todas partes en occidente la opción civilizatoria puritana y capitalista, imperial y debilitante, aplanada y homogénea.


27.  El arte de recordar



El arte de recordar, vinculado desde antiguo a rituales, danzas, cantos, banquetes y otras celebraciones, no tenía sentido sin una colectividad que retornaba sobre sí misma, sobre los rasgos y asperezas que la acuñaban como una forma de vida capaz de defenderse.
Hoy, la separación en todas partes, incluso en el interior de nosotras mismas, nos hace tan difícil, tan extraña, esta idea, que parece que no podemos empezar sino habiendo quebrantado nuestra propia vida informe, desplazándonos hacia ese lugar sin retorno en que, perdido de vista nuestro destino individual, podemos levantar con otros, en silencio, en la calle, la divisa: 
“A vida o muerte”.