VIOLENCIA Y DEVASTACIÓN

Habitar en la Metrópoli

OVNI 2015, Arxius de l'Observatori



Hay una interioridad como un latido,
como el ritmo de un tren de montaña
que entra y que sale de un túnel
como el aliento que nace en un grito.

Como si las olas del mar vivieran en nosotros mismos,

junto a la orilla, a la salida de un túnel,
y abandonaran sobre la playa al retirarse los cascotes
de los viejos tiempos, y fragmentos de cadáveres...

Conseguir acompasar con-otras-vidas ese latido y ese vaivén y ese grito

en el duelo y la celebración.
He ahí la nostalgia originaria que funda mundos sobre la tierra,
que rompe el vacío y la angustia contables, la destrucción sin fin del narcisismo,
la separación económica que llamamos sociedad.

La sociedad oculta en la angustia el hecho olvidado de que parte
de la destrucción infinita colonial 
que retorna como lo reprimido, como violencia,

y se funda así
como separación,
en el interior del clan, y de la tribu, y de la tierra,
arrojándonos en el interior del despotismo
como si fuera una segunda naturaleza
que se agarra a la Ley como un náufrago a su tabla,
porque ya lo ha perdido todo... 
-y también ésta se va borrando- 

y la tierra
y la tribu
y el clan,
y la compañera y el compañero
y al fin, hasta las técnicas,

y sólo le queda la confusión y la violencia
y la competitividad, y la economía
y el vacío, la tristeza y la angustia
bajo el sol
de la impotencia.

Por eso hay que recordar lo que nunca hemos sabido, 
la radiante potencia terrestre que nos habita.
Encontrar - a los amigos,
volver - sobre la tierra,
fundar el clan y una vida común.
Es decir, dotarse de los medios para destituir lo intolerable, 
en cada casa, en cada esquina,
en cada barrio, en todo lugar.