Tres fuerzas para la revolución





TRES FUERZAS PARA LA REVOLUCIÓN



05.  Material, espiritual, guerrera


Nosotras, es decir, algunas, estamos por aunar en el proyecto revolucionario estas tres dimensiones: material, espiritual, guerrera. Mantener unidos, en una perspectiva revolucionaria, tres planos de la existencia que todo en este mundo conduce a separar. Esto implica un desplazamiento respecto a las formas de lucha “activistas”, donde se corre detrás de los más diversos conflictos, bajo la forma de la urgencia, dejando la cuestión de cómo vivimos nuestra propia vida para más tarde. Más tarde, lo que ocurre, es que se abandona el activismo para poder sostener la propia vida, a veces, sin vergüenza ninguna, bajo formas para-institucionales o directamente institucionales, como la Universidad o el Museo. Hoy, incluso se habla de entrar en el Parlamento. Es decir, acabar trabajando para lo que se quería destruir.
     Por eso es importante partir de una nueva hipótesis: tramar esas tres fuerzas necesarias a un verdadero proyecto revolucionario. Esto, implica dejar de empezar la lucha atacando a la cúpula de las grandes abstracciones exteriores a las condiciones, al lugar y a los seres entre los que sostenemos nuestras vidas. Se trata por tanto de empezar por la construcción de una fuerza autónoma, de una vida común que sostenemos y que nos sostiene, de un espacio para la constitución colectiva de otra forma de vida. Porque la primera zona de hostilidad a reducir es nuestra propia vida informe y separada: Nuestra imaginación sometida y el delirio del mundo trabajista, la tarjeta del banco en el bolsillo y la impotencia en todas partes, la televisión presidiendo la casa y la tristeza en el corazón.


06.  estas tres dimensiones son fuerzas, no realidades abstractas



Aquí y ahora podemos imaginar cómo dotarnos de fuerza material, incluso hemos empezado: Creación de espacios cooperativos contrahegemónicos, impulsada en Barcelona desde diferentes barrios, por ejemplo el barrio de Sants. Allí, hace unos años, algunos grupos crearon cooperativas, realizaron investigaciones históricas sobre el papel fundamental de éstas en la lucha obrera, y se empeñaron en difundir sus hallazgos y compartir su visión. Esta apuesta, que conectaba con el trabajo de viejas generaciones y con la multiplicación, durante la última década, de cooperativas de consumo agroecológico, se ha visto propulsada, por la situación de crisis social, al centro de los deseos de construcción de autonomía en Barcelona, entre el 2012 y el 2013.
     En realidad, solamente hemos empezado, pues existen límites claros y no pocas contradicciones entorno al “cooperativismo”. Desde el principio ha existido una fracción de cooperativistas que han entendido la cooperativa como una herramienta para la emancipación, sabiendo, sin embargo, que solamente con la cooperativa no es suficiente: de lo que se trata es de constituir una fuerza común. Si atendemos al estudio histórico de los camaradas de Sants, vemos como la clave para la construcción de una fuerza revolucionaria en Barcelona, a principios del s. XX, estaba en toda una constelación de infraestructuras autónomas en los barrios: cooperativas de consumo, ateneos populares, escuelas libres, sedes sindicales, incontables publicaciones. La misma persona podía ser delegado comarcal de la CNT, profesor en una escuela libre creada por un ateneo, pertenecer a una cooperativa de consumo. O pensemos por ejemplo en lo que ocurría en el barrio del Poble Sec, donde los afiliados al sindicato de la madera de la CNT montaron una cooperativa de consumo, además de sus propios comités de defensa – que resultaron fundamentales para derrotar al ejercito en julio de 1936 –. Desgraciadamente, no todos los cooperativistas, ni toda la esfera de la economía social y solidaria, tienen las cosas tan claras. Baste como ejemplo, durante aquellos años gloriosos, la penosa escena en que una de las grandes cooperativas de consumo del barrio de la barceloneta despidió a los camareros que servían en su bar porque quisieron sindicarse en la CNT. Gustave Landauer lo expresó muy claramente durante aquellos mismo años: “el arma más eficiente es una fuerte organización del consumo en unión con una lucha sindical.” “El uno es siempre el elemento de la intranquilidad revolucionaria y entraña la tendencia a la huelga general; el otro es un comienzo, aunque modesto y ni siquiera consciente del socialismo.” (Landauer, “Incitación al socialismo”). Landauer, socialista y libertario, fue delegado de cultura en la revolucionaria República de los Consejos Obreros de Munich. Leed a Landauer.
     Hoy, salvo honrosas excepciones, el sindicalismo se ha convertido en una aparato de gobierno, pero el principio anarcosindicalista sigue vigente: organizarse en cada lugar, en todas partes.
Construir una fuerza material, dotarse de una Base, es un trabajo que reclama intensidad y dedicación, pero que avanza con un ritmo lento, con una temporalidad diversa de aquella del activismo. Dotarse de fuerza material requiere su tiempo, pues el objetivo es la consistencia, la solidez.
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Organizar el consumo
atacar colectivamente dimensiones fundamentales de la existencia que compartimos (comida, espacio de trabajo, espacio de encuentro, curas, financiación, crianza...).
Recuperar el mutualismo autogestionario
que permitió al proletariado barcelonés del s. XX levantar una constelación de infraestructuras autónomas en los barrios fundamental para su deseo de revolución.
Dotarnos de medios materiales
locales estables, fondo común, talleres colectivos, vehículos, herramientas, saberes.
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     Algunas de estas ideas están llevándose a la práctica en diferentes lugares del planeta. Algunos: Can Batlló, La Flor de Maig, La Base, en los barrios de Barcelona. Tarnac, entre muchos otros lugares en Francia, Italia, Portugal, Alemania... Vio-Me y Micropolis en Tesalonika. 



07. Aquí y ahora, nos es un poco más difícil pensar la fuerza guerrera. 




Fuerza guerrera. Lo que está en juego cuando utilizamos esta expresión es la construcción de una forma de vida, de una vida y de una potencia común, que sea capaz de defenderse. Cabe recordar que la primera cuestión en la guerra es la definición de la guerra misma.
      En Occidente, vinculada a la emergencia de la Democracia, – en la antigua Grecia y, tras el cierre de las tendencias proto-comunistas de la Revolución francesa, con Napoleón – se piensa y se define la guerra clásica como “guerra de masacre”. La aparición de la falange griega y de la leva de masas napoleónica prevée un escenario simétrico de enfrentamiento entre dos ejércitos, alcanzando, en un tiempo más o menos breve, pero definido, un resultado decisivo.
     Hoy, la situación ha variado. El escenario de las últimas guerras es claramente asimétrico. La enorme superioridad tecnológica – potencia de fuego, capacidad de movimiento – de los ejércitos imperiales ha provocado la mutación de la guerra hacia formas asimétricas, irregulares, insurreccionales. Y sin un límite temporal definido. Mao estuvo 20 años en guerra. Irak lleva diez años. Afganistan...
    Desde la derecha, se obvian estas mutaciones y se confía en la incesante proliferación de cachivaches cada vez más caros y sofisticados. Desde la izquierda, se afirma que no hay nada que hacer, militarmente, contra semejante despliegue, lo que conlleva dos líneas estratégicas: 1) La línea pacifista que, siendo incapaz de conmover la estructura íntima de la normalidad con su “movimentismo”, corriendo de un lado para otro con globitos de colores, palabras altisonantes y amenazas siempre incumplidas, acaba constituyéndose en candidatura parlamentaria. Esta es la izquierda pactista que sirve para contrabalancear a la derecha, pero sin salida frente al orden, ni del capitalismo democrático, ni del capitalismo mundial. Y, si es cierto que las “legislaciones sociales” sirven para hacer algo menos horrible la vida de las trabajadoras, también es cierto que, desde el principio, esta izquierda bloqueó cualquier perspectiva revolucionaria. Al menos, desde que se cambió el horizonte de la revolución por el del progreso. 2) La línea de la deserción, dentro de la cual encontramos las mejores intuiciones: abandonamos, todo lo que podemos, una vida de mierda, para construir espacios alternativos donde poder empezar a experimentar otra forma de vida, basada en la permacultura, la agroecología, la cooperación, etc. El problema es que entonces la guerra, la política por otros medios, el conflicto de más alta intensidad, queda como un impensado. Como diría un psicoanalista, lo que es rechazado del pensamiento consciente, lo reprimido, acaba siempre por volver y de la peor manera.
     Los revolucionarios, así como los estrategas de la contra-insurrección, saben que no puede fiarse todo al último gadget tecnológico, ni a la represión pura y dura, pues el factor decisivo de la guerra en curso, como de todas las guerras, es la voluntad. La voluntad de no ceder, de seguir luchando, la voluntad de permanecer, de resistir. También Claussewitz señalaba a la fuerza espiritual como la dimensión más importante de la estrategia. “¿Hasta cuando hay que seguir luchando y cuando es que empezamos?” – dice el Viejo Antonio que preguntaron los hombres y mujeres verdaderos a los dioses primeros.

"Porque los más grandes dioses, los que nacieron el mundo, no se pueden quedar dormidos cuando escuchan una pregunta y entonces se despertaron y se pusieron a tocar la marimba y una canción se hicieron con las preguntas y bailaban y cantaban: ''¿Hasta cuándo seguiremos caminando? ¿Cuándo nos empezamos pues?" Y ahí se estarían todavía, bailando y cantando, si no es porque los hombres y mujeres verdaderos se pusieron bravos y les dijeron que ya estuvo bueno de tanta bailadera y cantadera y que querían las respuestas a sus preguntas y ya entonces se pusieron serios los dioses primeros y se dijeron: - Tienen pregunta los hombres y mujeres que de maíz hicimos. No muy sabedores nos salieron estos hombres y mujeres. Buscan la respuesta fuera, sin darse cuenta de que ya la tienen detrás y delante de ellos. No muy sabedores son estos hombres y mujeres, como elote tierno son - dijeron los dioses primeros y dale que empiezan a bailarse y a cantarse de nuevo y otra vez que se ponen embravecidos los hombres y mujeres verdaderos y que ya estuvo bueno de burlarse y que cómo está eso de que la respuesta la tienen delante y detrás de ellos y los dioses primeros les dicen que en la espalda y en la mirada están las respuestas y los hombres y mujeres de maíz se miran entre ellos y todos saben que no entienden nada, pero callados se quedan y los dioses más grandes les dicen: -En la espalda se empezaron los hombres y mujeres de maíz porque acostados se nacieron y, como son de maíz, de la tierra se nacieron. En la espalda se empezaron a caminar. Su espalda siempre queda detrás de su paso o de su estarse quietos. Su espalda es el principio, el ayer de su paso. Y los hombres y mujeres verdaderos no muy entendieron esto pero como el comienzo ya había comenzado y el ayer ya había pasado, pues no se preocuparon de eso y entonces repitieron: -¿Hasta cuándo seguiremos caminando -Eso es más fácil de saber -dijeron los dioses que nacieron el mundo-. Cuando su mirar pueda mirar su espalda. Sólo basta que caminen en círculo, hasta darle la vuelta a su paso y se alcancen a sí mismos. Cuando caminen bastante y alcancen a mirar su espalda, aunque sea de lejos, entonces ya acabaron, hermanitos y hermanitas -dijeron los dioses primeros cuando ya se empezaban a dormirse. (...) No se acaba esto de caminar y mucho dolor sale de pensar cuándo llegaremos al principio para terminar nuestro paso-. Y unos y unas se desanimaron y ahí nomás se quedaron sentados, enojados porque el camino hacia el principio para llegar al final no se acababa.
Pero otros y otras se siguieron caminando con muchas ganas y dejaron de pensar de cuándo van a llegar al principio para alcanzar el final y mejor se pusieron a pensar en el camino que se iban caminando y, como era en círculo, en cada vuelta querían hacerlo mejor y cada vuelta que daban, pues mejor les salía el paso, y entonces se estaban contentos y mucho contento les daba eso de caminarse y un buen rato estuvieron caminando y, sin dejar de caminarse, se dijeron: -Está alegre este camino que somos, caminamos para hacerlo más bueno el camino. Somos el camino para que otros se caminen de un lado a otro. Para todos hay principio y fin en su camino, para el camino no, para nosotros no. Para todos todo, nada para nosotros."
 
Subcomandante Marcos, "La historia del principio y del fin"
     El segundo factor determinante es, en términos de las teóricas de la contra-insurrección, “el apoyo de la población”. Dicho en términos nuestros, revolucionarios, es “devenir el territorio”, es decir, convertirnos en el territorio mismo, en quien lo habita, comunizar medios materiales, saberes, las historias que nos contamos, las vidas, construir, allí donde habitamos, una fuerza, una comuna.
Uno sólo puede desatar una represión brutal si está dispuesto a llegar hasta las últimas consecuencias, como hizo Pinochet, o Franco, asesinar abiertamente a miles de personas, transformar los estadios de fútbol en campos de concentración. Algo que, aunque apoyado por las democracias capitalistas en los países del Sur, no sería muy bien visto, ni estrategicamente aceptable, en el interior de las fronteras de Occidente. Si no es que no se está por cambiar abiertamente de régimen, cosa que hoy no parece plausible. Por lo tanto, la estrategia del orden en caso de insurrección generalizada sería otra, como hemos visto en Egipto: dejar desbordar el movimiento e intentar enseguida reconstituir en su seno un nuevo cuerpo político, un “proceso constituyente”, para que las cosas no vayan más lejos. En todo caso, no usar en la calle a gran escala las armas “letales”, porque te las pueden quitar o volverse contra ti, como hemos visto en Siria y antes en Libia. Esto no quiere decir que no hayan muerto muchas personas en Tunez y Egipto, amigos, camaradas, familia. Pero sobretodo, tampoco quiere decir que la situación haya sido completamente clausurada.
     Para Sun-Tzu y otros clásicos chinos del arte de la guerra, el mejor estratega es aquel que consigue vencer sin necesidad de una masacre. Esto significa que es más inteligente el sabotaje, cortar las vías de suministros y de comunicación, atacar allí donde no están agrupadas las fuerzas, huir de donde están concentradas, impedir que puedan reorganizarse una vez dispersas, etc. No en vano, han sido dos coroneles del ejército chino quienes publicaron hace pocos años un libro titulado: “la guerre hors limites”, la guerra fuera de sus límites. Allí se explica claramente, incluso para un occidental, que la situación del capitalismo global no puede sino falsamente equipararse a una situación de paz. No es paz, tampoco es guerra abierta, es un Imperio que se resquebraja. Desde la falsificación de todas los conceptos clásicos de la guerra, con el final de la 1a guerra mundial, la distinción entre guerra y paz se ha vuelto cada vez más confusa. Esta falsificación está ligada al surgimiento del Imperio distribuido actual. Aparición culminada entre el final de la 2a guerra mundial, 1973, cuando Nixon sustituye el patrón oro por el patrón dólar (o petrodolar), y la ola contra-revolucionaria posterior a la derrota de finales de los años '70. ¿Hoy en día, la guerra económica es paz o es guerra? ¿Quién es combatiente o no combatiente si se bombardean ciudades enteras? ¿Operación humanitaria, corredor de seguridad, intereses estratégicos, asesinatos políticos, atentados? Contra-insurrección. Confusión de significados que ofenden a la violencia y a la inteligencia, que hacen más difícil y tratan de desactivar la autodefensa.
     La guerra está hoy en todos los frentes: mediático, económico, tecnológico, social, político y también militar.    
Dicho de otra manera, la economía es la guerra por todos los medios. Legales e ilegales, policiales, militares e institucionales. Para nosotras, esto implica la necesidad de constituir fuerzas locales, allí donde habitamos, y a la vez, la necesidad de estar en todas partes. La construcción de una nueva Internacional.
     La insurrección tiene su momento de fuego y su momento de agua, destrucción y construcción, retorno al cauce y desbordamiento. Mantener la revolución abierta implica evitar con toda la fuerza de nuestra imaginación práctica que el gobierno retorne, es decir, que se abra un proceso constituyente. Mantener abierto el querer vivir insobornable, que late en toda revolucionaria bajo una crosta de razones esquizofrénica e imágenes cortocircuitadas, significa hacernos fuertes aquí y ahora, mantenernos ágiles y entrenadas, para que la brecha de fuego que se está abriendo en este mundo se haga irreversible. – Leed “Premières mesures révolutionnaires”, primeras medidas revolucionarias, publicado en Francia el último octubre.
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     Reaparecen en la situación las ideas de coordinación territorial y comités de defensa locales, cuya historia revolucionaria recuperó, en Barcelona, Agustín Guillamón, con sus investigaciones sobre Los Comités de defensa barriales de la CNT,1934-1938. Publicado en febrero de 2011. A veces, un gran libro surge precisamente cuando se lo necesita.