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EL TIEMP JUST DE LA REVOLUCIÓ
PER UN PROCÉS DESTITUENT link

Seminari d' OVNI Arxius a La Base
Dijous 3 de Novembre, 19 h i divendres 4, 11 h
Amb Andrea Cavalletti y Marcello Tarì
[CAST abajo]




Organizar el pesimismo no es otra cosa que transportar fuera de
 la política a la metáfora moral y descubrir en el ámbito de la 
acción política el ámbito de las imágenes de pura cepa.

W. Benjamin, El surrealismo. La última
  instantánea de la inteligencia europea 



Quina és la temporalitat justa de la revolució? És potser la d'estar atents al vaivé quotidià de la política clàssica, així com a les forces visibles que la determinen i orienten, anomenin-se capitalisme, sistema financer o globalització? Llavors, és estar atents a l'ahir i preparar el demà? O potser hem de situar-nos a una profunditat major, hem d'obrir el camp de l'horitzó per no quedar captius, a dins de l'esdevenir revolucionari, sota l'atracció fatal que exerceixen les estructures de poder modernes, govern, frontera, policia, etc., filles de la tramuntana interior que angoixa la civilització occidental, abocant-la de fracàs en fracàs fins al seu actual estat de zombi, de vida degradada que en la mort busca sobreviure's a si mateixa… destruint-ho tot al seu pas? És, aleshores, estar atents a l'abans-d'ahir i al passat demà? O, tal volta, trobar una zona de tensió entre ambdues que ens permeti obrir una esquerda per incrementar la nostra potència? Com fer coincidir revolta i revolució? Com destituir un horror la normalitat del qual ens embruixa? I com comprendre aquesta destitució? 

En el llenguatge ordinari la paraula destitució s'utilitza, per una banda, per assenyalar en sentit polític el procediment de remoció d'un sobirà, de la pèrdua del càrrec d'un cap d'Estat, tal com recentment ha ocorregut al Brasil, però, per altra banda, en un sentit més genèric, la paraula destitució assenyala l'operació de treure-li tot fonament a alguna cosa; per exemple quan es diu que «aquesta història ha estat destituïda de tot fonament».

Quant a l'ús actual, tal com apareix a l'àmbit de cert pensament anomenat radical, més que dintre del context de la política clàssica cal orientar-se segons la segona concepció. Aquest és el sentit que adopta, als anys '90 Reiner Schürmann, quan escriu un llibre voluminós per fer la història tant dels principis hegemònics que han presidit la civilització occidental com de la seva destitució. Aquella que Schürmann anomena l'època an-àrquica, és en definitiva la nostra, l'època sense fonaments, la de la crisi de tot principi ordinador del món .

En sentit polític entendrem la destitució com l'operació que priva de tot fonament –jurídic, ètic i fins i tot existencial– al poder vigent; i no, per tant, com la simple deposició d'un cap d'Estat. 

No fa massa temps que el concepte de «poder destituent» o «potència destituent» és present al nostre vocabulari polític. El que farem serà repassar la genealogia d'aquest concepte i situar-ho en la nostra actualitat. El terminus ante quem per al temps recent és el 2001, quan el Colectivo Situaciones va escriure un llibre sobre la revolta argentina d'aquell mateix any i va parlar d'una «insurrecció destituent». Després, passant pel Tronti, el 2005, Giorgio Agamben el 2013, arribem fins al Comità Invisible el 2015. Però, el vertader punt de partida d'una teoria de la destitució hem de datar-lo al segle passat, precisament a l'obra d'en Walter Benjamin, en particular l'assaig del 1921, Crítica de la violència.

El que hem de comprendre ara és especialment la manera com es manifesta la potència destituent: en un gest? Un enunciat? Un lloc? O més aviat es tracta d'un temps particular? O, potser, d'una atmosfera?


 [CAST.]

¿Cuál es la temporalidad justa de la revolución?
SEGUNDA GIRA DEL LIBRO: 
Un comunismo más fuerte que la metrópoli. 
Traficantes de sueños, 2016. Con el Autor.


Con la idea de aprovechar la presentación del libro para abrir un debate con diversos lugares y colectivos acerca de la actualidad de una cierta lectura de la Autonomía y de la recepción de su herencia, Marcello Tarì estará:

Jueves 19 de mayo 19.30 h Manresa, Ateneu La Sequia. Con Mike de Embat.

Viernes 20 de mayo 19.30 h Reus, Ateneu Llibertari.

Sábado 21 de mayo 19.30 h Valencia CSOA L'Horta

Agradacemos a Traficantes el haber publicado en castellano finalmente un libro que se ha publicado además de en italiano, en francés y en portugués. Algunos veteranos de la época han comentado que este era el libro que mejor recoge el ambiente de aquellos años. Sea de esto lo que sea, lo que sí es cierto es que frente al vacío que te deja en las manos la "nueva" política, la cuestión de la Autonomía como "crear mundos con nuestras propias manos" es una de las posiciones que asedia la época entre aquellas y aquellos que se organizan.

Marcello Tarì, es un «investigador descalzo». Se dedica a investigar la cuestión revolucionaria en la metrópolis, en la herencia de la Autonomía o en la invitación a un proceso destituyente. Además del presente libro ha publicado Movimenti dell’ingovernabile. Dai controvertici alle lotte metropolitane (ombre corte, 2007) ha participado en la obra colectiva Gli autonomi, editada por DeriveApprodi, y pensó las 20 tesis para la subversión de la metrópoli.


Huelgas incontroladas, obreros que odiaban la fábrica, jóvenes salvajes que practicaban otra lengua y otras formas de vida, feminismo, contracultura, lucha armada, la Italia de los años setenta fue salvaje en casi todas sus expresiones. La ola del ’68 no se disolvió en una nueva generación de partidos y políticos profesionales. En la década siguiente, un movimiento nuevo arrasó las metrópolis italianas con el objeto de instaurar un comunismo presente, sin futuro ni sacrificio. Hecho de prácticas autónomas, impulsado por una proliferante red de colectivos, revistas, ocupaciones y radios libres, estas luchas autónomas plantearon un increíble desafío tanto al capitalismo italiano, como a las tradicionales formas de la organización comunista y del antagonismo del siglo XX. Marcello Tarì relata y analiza en este libro su breve historia, si bien menos como el historiador preocupado por recuperar un pedazo crucial del pasado, que como el sujeto activo que, a contrapelo de la historia, busca actualizar su experiencia.


ILUMINACIONES II. BAUDELAIRE

Walter Benjamin Link entrada


"De dichos conjurados dice Marx: "Ellos son los que alzan y dirigen las primeras barricadas". De hecho la barricada está en el punto fijo del movimiento conspirador. En la revolución de julio atravesaron la ciudad más de cuatro mil barricadas. Cuando Fourier busca ansiosamente un ejemplo de "trabajo no asalariado, sino apasionado", no encuentra otro mejor que el del levantamiento de barricadas." Link de descarga


LA VERDAD ES REVOLUCIONARIA

de Mario Tronti
Artículo publicado hace unos meses en la revista Pandora. Hemos traducido rápidamente unos fragmentos, al final está completo en italiano. Este artículo plantea cuestiones esenciales para nosotras, aunque tengamos que leerlo a contrapelo.
Sobre le populismo, casi todo ha sido dicho. Sobre la representación, no queda casi nada por decir. Desplazaría el fuego del discurso crítico: hacia el punto del cual no se habla, sino que se calla. Hoy hace falta un retorno a lo grande de la crítica. Y sin embargo, sobre el carácter que debe asumir, tenemos que ponernos de acuerdo : al menos entre quien expresa la voluntad política "para una crítica” sobre todo lo que es. Pero – aquí el punto – lo que es no corresponde con lo que aparece. Gran parte de los movimientos de opinión, en la edad de la comunicación de masas, toman como enemigo la apariencia, combaten aquello que ven, es decir aquello que se les hace ver. La realidad es así dejada libre para operar sobre ellos, contra ellos. Y vence, porque ya no tiene adversarios.
Mirad. No desde hace años, desde hace decenios, desde los fabulosos años Ochenta, se repite aquí en Occidente la frase: Ha cambiado todo y todo cambia velozmente. No es verdad. Todo es substancialmente como antes, todo está desesperadamente quieto. A subrayar “sustancialmente”. Las formas de existencia de una sociedad capitalista se han transformado radicalmente, pero el capitalismo como sustancia de vida, es decir como relación social y como estructura de poder, ¿es todavía el mismo o hemos salido de él?
(...)
(…) No hay hegemonía sin autonomía, no hay lucha sin organización, no hay política sin cultura política.
Siglo XX, se dice. Y así se cree liquidar el discurso. Y entonces asumamos este problema. Porque ahí hay un problema. La condición es angosta. No hay un futuro de inmediato rescate. Correr detrás de las ilusiones no está en el equipaje de aquella gran fuerza histórica que ha sido el movimiento obrero. Quien viene de allí no dice: tengo un sueño. Dice: tengo un proyecto. Debo hacer una cosa que se puede hacer. Preparo los medios necesarios para hacerla. ¿Intentar lo imposible? Sí, pero para obtener, weberianamente, lo posible. ¿Ponerse de la parte del error? Sí, pero para llegar a tener razón. Y ésta nadie te la regalará. Te la tienes que conquistar, con la habilidad y con la fuerza, con el león y el zorro. En un cierto punto hemos oportunamente prescindido del materialismo dialéctico, con su pretensión de explicar la esencia de la naturaleza entera. Creo que ha llegado el momento de prescindir del materialismo histórico, con su intención de explicar la esencia de todas las sociedades. Basta un realismo político para hacer la crítica de esta forma social, que ponga las condiciones, y por ahora sólo aquellas, necesarias para una posible superación de la misma. Es ahí dentro que hace falta trabajar, y luchar. No es necesario el después para combatir aquí y ahora. Describir en su verdad el presente, es suficiente motivo para la movilización, causa desencadenante de una oposición a aquello que es. Si se consigue descifrar, para cada uno, a cada momento de su existencia cotidiana, el arcano de la mercancía, si se consigue desde aquí denunciar la alienación de la esencia humana del actual ser humano, ahí, se habrían puesto los fundamentos para un rechazo colectivo del sistema. Se necesitaría un Partido/Príncipe para hacerlo. En la organización de esta forma sería buscado todo lo nuevo de lo cual hay verdaderamente necesidad.
(...)
Pero no es verdad que la historia ha acabado. Es solo una película interrumpida por anuncios publicitarios de la crónica cotidiana, que parecen eternos. Han terminado las filosofías de la historia, las narraciones ideológicas burguesas de un indetenible progreso hacia lo mejor. Lo mejor te lo debes conquistar. Tienes que imponerlo al curso de la historia, que rema en contra. Incluso esto, quizá sobretodo esto es política. Y política antagonista. Es esencial no dejarse tentar por el todo y en seguida, por la simplificación, la improvisación, es decir de nuevo por la ilusión inconstante y minoritaria. No existen atajos. El camino es largo, y lento. Incluso quien, como nosotros, se resiste a asumir el nombre de reformista, debe sin embargo disponerse a repensar el concepto de revolución. Se trata de un proceso, articulado, contradictorio, no lineal, no progresivo. Alguno nos había advertido que no se iba a tratar de un paseo por la avenida Nevskij. Incluso con este capitalismo las cuentas son complicadas. No se trata de resolverlas, por usar una expresión de Marx, "a la plebeya". Se trata más bien de levantar un desafío, devolviendo una influencia creíble al rechazo de la lógica del sistema. Como para el Estado, la sociedad burguesa se cambia, no se abate, no se niega, se supera. Y en la superación hay siempre el movimiento del mantener aquello que sirve. En la contingencia, es decir en la realidad, está concedida sólo el uso del enemigo. De nuevo, esto es política. Pero se requiere, fuerza, inteligencia y, propiamente, autoridad.
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El escándalo de algunas de las proposiciones del artículo, en tanto violencia del pensamiento, nos fuerzan a esclarecer una posición. 
En Italiano:

Revolución




REVOLUCIÓN


01.  La revolución no es una cuestión exclusivamente "política"
    Los mecanismos que moldean el contexto donde vivimos se anclan más profundamente que allí donde alcanza la tibia voluntad de los personajes de la política clásica. En el deseo de Revolución lo que late es toda una idea nueva sobre la vida. Allí, brilla un querer vivir insobornable que no deja de repetirse que “la vida no puede ser sólo esto”. Por eso, la tarea del revolucionario es dotarse de los medios necesarios, tanto para la constitución de otra forma de vida, como para la amplia tarea de destrucción que nuestra civilización reclama. Una revolución a la altura de la situación presente no puede ser una cuestión exclusivamente política, el trabajo de liberarnos de todas las deudas rituales contraídas de manos de viejos déspotas, tiranías técnicas y reformistas del tiempo, requiere de mutaciones mucho mayores. 
   
         En realidad, cómo podría tratarse de una cuestión de política clásica, parlamentaria, institucional, si el duro contexto cotidiano y general sobre el que emerge la vida psicológica de deseos, temores y esperanzas; si la trama que ritma la secuencia de la danza, dolorosa o alegre, que diariamente ensayamos, oculta, bajo el papel de su aparente neutralidad legal, la sangre seca de todos los insurgentes. Si oculta la destrucción de las vidas y los anhelos de nuestros mayores, camaradas que nosotras no queremos olvidar. La aparente continuidad institucional, occidental y democrática, moderna y constitucional, oculta en sus entrañas la discontinuidad revolucionaria de todos los asaltos al cielo. 

      02.  La revolución tampoco puede reducirse a una (r)-evolución

          La Revolución tampoco puede reducirse a una (R)-evolución. El concepto de r-evolucioón fue usado hace unos años por un grupo californiano que adolece un tanto de espiritualismo new- age, bastante más de utopismo cibernético. Este grupo y este concepto hicieron bastante ruido en internet con un vídeo: “Zeitgeist”. Después, la consigna r-evolución se hizo célebre en el Estado español de la mano de los “indignados”, sin que esté muy claro si se entendía bien el concepto que encerraba. Este concepto contiene la propuesta, increíblemente ingenua, de querer cambiar de raíz el orden de las cosas sin necesidad de violentas conmociones. Se trataría de desatar el arma de la crítica, evitando la crítica de las armas o la simple construcción de una fuerza, para avanzar, con un poco de buena voluntad, las nuevas tecnologías y algunos vídeos, hacia un mundo “verdaderamente tecnológico y verdaderamente pacificado”. Un mundo en el que la decisión –por lo tanto el conflicto y la lucha –, quedaría erradicada, ya que las máquinas apropiadamente “programadas” podrían decidirlo todo. Una utopía cibernética pues, no sólo éticamente detestable, pues nos despoja de toda autonomía, sino, también, bastante difícil de creer para cualquiera con una mínima experiencia en formas de vida común y cooperativa.
          La idea de que el desarrollo tecnológico conduciría indefectiblemente a la emancipación, estaba ya en el corazón tanto de la utopía liberal como de la utopía marxista. Conjuro soñado por una época que despertó en la actual pesadilla. Sin embargo, la utopía de la r-evolución tiene, a diferencia de estas últimas, pánico al conflicto e intenta convencerse de que éste no es esencial a la vida en la tierra. Convicción a la que llega, por un lado, a través del tecno-utupismo cibernético, y por otro, a través de un pacifismo cabeza abajo. De la cibernética hablaremos ampliamente aquí y en el blog. Sobre el pacifismo, decir que ha sido absolutamente tergiversado respecto a lo que fue: una posición hiper-conflictiva, sostenida incluso por anarquistas que trajinaban armas contra la inadmisible violencia estatal (Malatesta). También, aunque de otra manera, por Ghandi (y su utopía del gobierno de los santos), que admitía en su seno el sabotaje, el bloqueo, la ocupación de fábricas, etc., teniendo solamente por violento el herir o matar ingleses. Sin embargo, el movimiento, a su orden, se lanzaba a la confrontación directa, por ejemplo en la intentona de ocupar las fábricas de sal defendidas por la policía. No se quedaron frente a la policía gritando de impotencia, inmovilizados por su pacifismo, sino que se lanzaron en oleadas masivas, una tras otra, en un gesto de autoinmolación, de autosacrificio, que dejó miles de craneos rotos y varios muertos. De todas maneras el anarquismo pacifista siempre fue más consecuente y menos dogmático, pues una posición ética que deseaba una paz futura, no cortocircuitaba una posición política revolucionaria presente. Fue pacifista y revolucionario, en los años entorno de la primera Guerra Mundial, posicionarse contra la guerra de masacre entre Estados, sin por ello dejar de querer una vida buena y de poner en juego las fuerzas y los medios necesarios para conseguirla. Medios legales e ilegales. En cambio hoy, a través del bombardeo psíquico mediático posterior a la derrota del “asalto al cielo” de los '70, se ha convertido en la única forma de lucha aceptable, moralmente y a nivel legal: en el reino del orden de la doble moral y de la ley de excepción. Frente a la doble moral de la violencia institucional cotidiana en una sociedad pacificada; frente a una legislación de excepción que se ha convertido en la regla (evidente bajo la guerra contra el terrorismo), la forma de lucha pacifista y legalista contra el gobierno lleva siempre las de perder.
          A partir de la civilización actual no hay una evolución posible que no sea catastrófica. Prueba de ello es el estado actual del mundo entero: véase por ejemplo el libro del geógrafo Mike Davis, “Planeta de ciudades miseria”. De todas maneras, hace ya algún tiempo, Benjamin decía certeramente algo así como que la única evolución es la de las destrezas técnicas, pero no la de la humanidad, cuyos afectos y dimensiones fundamentales para el sostenimiento de la vida se han mantenido más bien constantes. Por último, no deja de ser paradójico que, en el momento en que desde las esferas del poder ya no se nos asedia con la idea de progreso (el progreso era conjurado, como hemos dicho, por el liberalismo clásico y, con enorme daño a las perspectivas revolucionarias, por la socialdemocracia hoy desaparecida), sino que, en base a la situación presente, se nos amenaza conjurando la idea de catástrofe – la catástrofe puede llegar en cualquier momento, de cualquier parte, hay que aguantar como sea y apretarse el cinturón –, es paradójico que, sea precisamente en estos momentos dramáticos cuando una posición que se quiere rompedora, pero pacífica y legal, vuelva a hablar alegremente de evolución. – Como cualquier persona lúcida sabe, nuestro mundo es irreformable y toda evolución no será sino para peor.
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      Lo que el tiempo infinito de las máquinas reclama es su interrupción. Ninguna reforma, ninguna     evolución nos ofrecerá la oportunidad de volver a habitar la tierra.
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           Si, por un momento, apagáramos en nuestro interior la televisión infinita, podríamos “ver con claridad, sin la venda del odio”1 hacia qué extensión del desierto metropolitano mundial – poblado de altos muros, check-points, drones solares, controles cibernéticos – conduce la evolución reformista de este mundo.




      03.  "es la naturaleza del momento histórico."


      En un futuro sin revolución, la red metropolitana global seguirá extendiendo e intensificando su desierto policial y monetario. Desierto dominado por el espejismo de una burbujeante civilización esquizofrénica, donde los altos valores de paz y justicia se hacen presentes indisolublemente entrelazados con intereses inconfesables y prácticas degeneradas, perfectamente integradas en la institución (explotación bestial todavía en la industria textil global; coaccioón en tantos otros ámbitos laborales; desahucios en todas las grandes aglomeraciones urbanas, en Brasil, Alemania, Italia, el Estado español; torturas en los calabozos de Barcelona o en Guantánamo; robos masivos de las riquezas minerales, agrícolas, hidrocarburos; asesinatos cotidianos a manos de la policía en cualquier rincón del planeta). Vivimos una paz social de maquila y de reforma laboral, bajo una justicia de desahucios y de impunidad.






      04.  al-khimiya


      Revolución es la apertura de un proceso en el que ciertas fuerzas ocultas acumuladas se desbordan ardientes. Éstas, como ríos de lava de la historia, cuentan con un tiempo limitado para cumplir su tarea. Una revolución irreversible, aquella que se sacude las estructuras del orden y las formas sociales, y desata la irrupción de nuevas formas cualitativas del habitar la tierra, no se cumple en dos meses, pero tampoco resiste más allá de algunos años sin que resulte victoriosa o derrotada. Al menos, por otro largo período.
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      Que una revolución así inicie su marcha, y se oriente hacia la destrucción de todas las deudas rituales que la historia cargó sobre nosotras, depende de la cualidad de la fuerza espiritual que la impulsa, según un brillo que aquí llamamos al-khimiya, alquimia.
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      Que un proceso así llegue a buen puerto, no depende únicamente de las propias fuerzas, o de la propia estrategia, depende también del campo de fuerzas contemporáneo, de las fuerzas y la estrategia del Orden que nos es hostil.
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      Tres fuerzas para la revolución





      TRES FUERZAS PARA LA REVOLUCIÓN



      05.  Material, espiritual, guerrera


      Nosotras, es decir, algunas, estamos por aunar en el proyecto revolucionario estas tres dimensiones: material, espiritual, guerrera. Mantener unidos, en una perspectiva revolucionaria, tres planos de la existencia que todo en este mundo conduce a separar. Esto implica un desplazamiento respecto a las formas de lucha “activistas”, donde se corre detrás de los más diversos conflictos, bajo la forma de la urgencia, dejando la cuestión de cómo vivimos nuestra propia vida para más tarde. Más tarde, lo que ocurre, es que se abandona el activismo para poder sostener la propia vida, a veces, sin vergüenza ninguna, bajo formas para-institucionales o directamente institucionales, como la Universidad o el Museo. Hoy, incluso se habla de entrar en el Parlamento. Es decir, acabar trabajando para lo que se quería destruir.
           Por eso es importante partir de una nueva hipótesis: tramar esas tres fuerzas necesarias a un verdadero proyecto revolucionario. Esto, implica dejar de empezar la lucha atacando a la cúpula de las grandes abstracciones exteriores a las condiciones, al lugar y a los seres entre los que sostenemos nuestras vidas. Se trata por tanto de empezar por la construcción de una fuerza autónoma, de una vida común que sostenemos y que nos sostiene, de un espacio para la constitución colectiva de otra forma de vida. Porque la primera zona de hostilidad a reducir es nuestra propia vida informe y separada: Nuestra imaginación sometida y el delirio del mundo trabajista, la tarjeta del banco en el bolsillo y la impotencia en todas partes, la televisión presidiendo la casa y la tristeza en el corazón.


      06.  estas tres dimensiones son fuerzas, no realidades abstractas



      Aquí y ahora podemos imaginar cómo dotarnos de fuerza material, incluso hemos empezado: Creación de espacios cooperativos contrahegemónicos, impulsada en Barcelona desde diferentes barrios, por ejemplo el barrio de Sants. Allí, hace unos años, algunos grupos crearon cooperativas, realizaron investigaciones históricas sobre el papel fundamental de éstas en la lucha obrera, y se empeñaron en difundir sus hallazgos y compartir su visión. Esta apuesta, que conectaba con el trabajo de viejas generaciones y con la multiplicación, durante la última década, de cooperativas de consumo agroecológico, se ha visto propulsada, por la situación de crisis social, al centro de los deseos de construcción de autonomía en Barcelona, entre el 2012 y el 2013.
           En realidad, solamente hemos empezado, pues existen límites claros y no pocas contradicciones entorno al “cooperativismo”. Desde el principio ha existido una fracción de cooperativistas que han entendido la cooperativa como una herramienta para la emancipación, sabiendo, sin embargo, que solamente con la cooperativa no es suficiente: de lo que se trata es de constituir una fuerza común. Si atendemos al estudio histórico de los camaradas de Sants, vemos como la clave para la construcción de una fuerza revolucionaria en Barcelona, a principios del s. XX, estaba en toda una constelación de infraestructuras autónomas en los barrios: cooperativas de consumo, ateneos populares, escuelas libres, sedes sindicales, incontables publicaciones. La misma persona podía ser delegado comarcal de la CNT, profesor en una escuela libre creada por un ateneo, pertenecer a una cooperativa de consumo. O pensemos por ejemplo en lo que ocurría en el barrio del Poble Sec, donde los afiliados al sindicato de la madera de la CNT montaron una cooperativa de consumo, además de sus propios comités de defensa – que resultaron fundamentales para derrotar al ejercito en julio de 1936 –. Desgraciadamente, no todos los cooperativistas, ni toda la esfera de la economía social y solidaria, tienen las cosas tan claras. Baste como ejemplo, durante aquellos años gloriosos, la penosa escena en que una de las grandes cooperativas de consumo del barrio de la barceloneta despidió a los camareros que servían en su bar porque quisieron sindicarse en la CNT. Gustave Landauer lo expresó muy claramente durante aquellos mismo años: “el arma más eficiente es una fuerte organización del consumo en unión con una lucha sindical.” “El uno es siempre el elemento de la intranquilidad revolucionaria y entraña la tendencia a la huelga general; el otro es un comienzo, aunque modesto y ni siquiera consciente del socialismo.” (Landauer, “Incitación al socialismo”). Landauer, socialista y libertario, fue delegado de cultura en la revolucionaria República de los Consejos Obreros de Munich. Leed a Landauer.
           Hoy, salvo honrosas excepciones, el sindicalismo se ha convertido en una aparato de gobierno, pero el principio anarcosindicalista sigue vigente: organizarse en cada lugar, en todas partes.
      Construir una fuerza material, dotarse de una Base, es un trabajo que reclama intensidad y dedicación, pero que avanza con un ritmo lento, con una temporalidad diversa de aquella del activismo. Dotarse de fuerza material requiere su tiempo, pues el objetivo es la consistencia, la solidez.
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      Organizar el consumo
      atacar colectivamente dimensiones fundamentales de la existencia que compartimos (comida, espacio de trabajo, espacio de encuentro, curas, financiación, crianza...).
      Recuperar el mutualismo autogestionario
      que permitió al proletariado barcelonés del s. XX levantar una constelación de infraestructuras autónomas en los barrios fundamental para su deseo de revolución.
      Dotarnos de medios materiales
      locales estables, fondo común, talleres colectivos, vehículos, herramientas, saberes.
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           Algunas de estas ideas están llevándose a la práctica en diferentes lugares del planeta. Algunos: Can Batlló, La Flor de Maig, La Base, en los barrios de Barcelona. Tarnac, entre muchos otros lugares en Francia, Italia, Portugal, Alemania... Vio-Me y Micropolis en Tesalonika. 



      07. Aquí y ahora, nos es un poco más difícil pensar la fuerza guerrera. 




      Fuerza guerrera. Lo que está en juego cuando utilizamos esta expresión es la construcción de una forma de vida, de una vida y de una potencia común, que sea capaz de defenderse. Cabe recordar que la primera cuestión en la guerra es la definición de la guerra misma.
            En Occidente, vinculada a la emergencia de la Democracia, – en la antigua Grecia y, tras el cierre de las tendencias proto-comunistas de la Revolución francesa, con Napoleón – se piensa y se define la guerra clásica como “guerra de masacre”. La aparición de la falange griega y de la leva de masas napoleónica prevée un escenario simétrico de enfrentamiento entre dos ejércitos, alcanzando, en un tiempo más o menos breve, pero definido, un resultado decisivo.
           Hoy, la situación ha variado. El escenario de las últimas guerras es claramente asimétrico. La enorme superioridad tecnológica – potencia de fuego, capacidad de movimiento – de los ejércitos imperiales ha provocado la mutación de la guerra hacia formas asimétricas, irregulares, insurreccionales. Y sin un límite temporal definido. Mao estuvo 20 años en guerra. Irak lleva diez años. Afganistan...
          Desde la derecha, se obvian estas mutaciones y se confía en la incesante proliferación de cachivaches cada vez más caros y sofisticados. Desde la izquierda, se afirma que no hay nada que hacer, militarmente, contra semejante despliegue, lo que conlleva dos líneas estratégicas: 1) La línea pacifista que, siendo incapaz de conmover la estructura íntima de la normalidad con su “movimentismo”, corriendo de un lado para otro con globitos de colores, palabras altisonantes y amenazas siempre incumplidas, acaba constituyéndose en candidatura parlamentaria. Esta es la izquierda pactista que sirve para contrabalancear a la derecha, pero sin salida frente al orden, ni del capitalismo democrático, ni del capitalismo mundial. Y, si es cierto que las “legislaciones sociales” sirven para hacer algo menos horrible la vida de las trabajadoras, también es cierto que, desde el principio, esta izquierda bloqueó cualquier perspectiva revolucionaria. Al menos, desde que se cambió el horizonte de la revolución por el del progreso. 2) La línea de la deserción, dentro de la cual encontramos las mejores intuiciones: abandonamos, todo lo que podemos, una vida de mierda, para construir espacios alternativos donde poder empezar a experimentar otra forma de vida, basada en la permacultura, la agroecología, la cooperación, etc. El problema es que entonces la guerra, la política por otros medios, el conflicto de más alta intensidad, queda como un impensado. Como diría un psicoanalista, lo que es rechazado del pensamiento consciente, lo reprimido, acaba siempre por volver y de la peor manera.
           Los revolucionarios, así como los estrategas de la contra-insurrección, saben que no puede fiarse todo al último gadget tecnológico, ni a la represión pura y dura, pues el factor decisivo de la guerra en curso, como de todas las guerras, es la voluntad. La voluntad de no ceder, de seguir luchando, la voluntad de permanecer, de resistir. También Claussewitz señalaba a la fuerza espiritual como la dimensión más importante de la estrategia. “¿Hasta cuando hay que seguir luchando y cuando es que empezamos?” – dice el Viejo Antonio que preguntaron los hombres y mujeres verdaderos a los dioses primeros.

      "Porque los más grandes dioses, los que nacieron el mundo, no se pueden quedar dormidos cuando escuchan una pregunta y entonces se despertaron y se pusieron a tocar la marimba y una canción se hicieron con las preguntas y bailaban y cantaban: ''¿Hasta cuándo seguiremos caminando? ¿Cuándo nos empezamos pues?" Y ahí se estarían todavía, bailando y cantando, si no es porque los hombres y mujeres verdaderos se pusieron bravos y les dijeron que ya estuvo bueno de tanta bailadera y cantadera y que querían las respuestas a sus preguntas y ya entonces se pusieron serios los dioses primeros y se dijeron: - Tienen pregunta los hombres y mujeres que de maíz hicimos. No muy sabedores nos salieron estos hombres y mujeres. Buscan la respuesta fuera, sin darse cuenta de que ya la tienen detrás y delante de ellos. No muy sabedores son estos hombres y mujeres, como elote tierno son - dijeron los dioses primeros y dale que empiezan a bailarse y a cantarse de nuevo y otra vez que se ponen embravecidos los hombres y mujeres verdaderos y que ya estuvo bueno de burlarse y que cómo está eso de que la respuesta la tienen delante y detrás de ellos y los dioses primeros les dicen que en la espalda y en la mirada están las respuestas y los hombres y mujeres de maíz se miran entre ellos y todos saben que no entienden nada, pero callados se quedan y los dioses más grandes les dicen: -En la espalda se empezaron los hombres y mujeres de maíz porque acostados se nacieron y, como son de maíz, de la tierra se nacieron. En la espalda se empezaron a caminar. Su espalda siempre queda detrás de su paso o de su estarse quietos. Su espalda es el principio, el ayer de su paso. Y los hombres y mujeres verdaderos no muy entendieron esto pero como el comienzo ya había comenzado y el ayer ya había pasado, pues no se preocuparon de eso y entonces repitieron: -¿Hasta cuándo seguiremos caminando -Eso es más fácil de saber -dijeron los dioses que nacieron el mundo-. Cuando su mirar pueda mirar su espalda. Sólo basta que caminen en círculo, hasta darle la vuelta a su paso y se alcancen a sí mismos. Cuando caminen bastante y alcancen a mirar su espalda, aunque sea de lejos, entonces ya acabaron, hermanitos y hermanitas -dijeron los dioses primeros cuando ya se empezaban a dormirse. (...) No se acaba esto de caminar y mucho dolor sale de pensar cuándo llegaremos al principio para terminar nuestro paso-. Y unos y unas se desanimaron y ahí nomás se quedaron sentados, enojados porque el camino hacia el principio para llegar al final no se acababa.
      Pero otros y otras se siguieron caminando con muchas ganas y dejaron de pensar de cuándo van a llegar al principio para alcanzar el final y mejor se pusieron a pensar en el camino que se iban caminando y, como era en círculo, en cada vuelta querían hacerlo mejor y cada vuelta que daban, pues mejor les salía el paso, y entonces se estaban contentos y mucho contento les daba eso de caminarse y un buen rato estuvieron caminando y, sin dejar de caminarse, se dijeron: -Está alegre este camino que somos, caminamos para hacerlo más bueno el camino. Somos el camino para que otros se caminen de un lado a otro. Para todos hay principio y fin en su camino, para el camino no, para nosotros no. Para todos todo, nada para nosotros."
       
      Subcomandante Marcos, "La historia del principio y del fin"
           El segundo factor determinante es, en términos de las teóricas de la contra-insurrección, “el apoyo de la población”. Dicho en términos nuestros, revolucionarios, es “devenir el territorio”, es decir, convertirnos en el territorio mismo, en quien lo habita, comunizar medios materiales, saberes, las historias que nos contamos, las vidas, construir, allí donde habitamos, una fuerza, una comuna.
      Uno sólo puede desatar una represión brutal si está dispuesto a llegar hasta las últimas consecuencias, como hizo Pinochet, o Franco, asesinar abiertamente a miles de personas, transformar los estadios de fútbol en campos de concentración. Algo que, aunque apoyado por las democracias capitalistas en los países del Sur, no sería muy bien visto, ni estrategicamente aceptable, en el interior de las fronteras de Occidente. Si no es que no se está por cambiar abiertamente de régimen, cosa que hoy no parece plausible. Por lo tanto, la estrategia del orden en caso de insurrección generalizada sería otra, como hemos visto en Egipto: dejar desbordar el movimiento e intentar enseguida reconstituir en su seno un nuevo cuerpo político, un “proceso constituyente”, para que las cosas no vayan más lejos. En todo caso, no usar en la calle a gran escala las armas “letales”, porque te las pueden quitar o volverse contra ti, como hemos visto en Siria y antes en Libia. Esto no quiere decir que no hayan muerto muchas personas en Tunez y Egipto, amigos, camaradas, familia. Pero sobretodo, tampoco quiere decir que la situación haya sido completamente clausurada.
           Para Sun-Tzu y otros clásicos chinos del arte de la guerra, el mejor estratega es aquel que consigue vencer sin necesidad de una masacre. Esto significa que es más inteligente el sabotaje, cortar las vías de suministros y de comunicación, atacar allí donde no están agrupadas las fuerzas, huir de donde están concentradas, impedir que puedan reorganizarse una vez dispersas, etc. No en vano, han sido dos coroneles del ejército chino quienes publicaron hace pocos años un libro titulado: “la guerre hors limites”, la guerra fuera de sus límites. Allí se explica claramente, incluso para un occidental, que la situación del capitalismo global no puede sino falsamente equipararse a una situación de paz. No es paz, tampoco es guerra abierta, es un Imperio que se resquebraja. Desde la falsificación de todas los conceptos clásicos de la guerra, con el final de la 1a guerra mundial, la distinción entre guerra y paz se ha vuelto cada vez más confusa. Esta falsificación está ligada al surgimiento del Imperio distribuido actual. Aparición culminada entre el final de la 2a guerra mundial, 1973, cuando Nixon sustituye el patrón oro por el patrón dólar (o petrodolar), y la ola contra-revolucionaria posterior a la derrota de finales de los años '70. ¿Hoy en día, la guerra económica es paz o es guerra? ¿Quién es combatiente o no combatiente si se bombardean ciudades enteras? ¿Operación humanitaria, corredor de seguridad, intereses estratégicos, asesinatos políticos, atentados? Contra-insurrección. Confusión de significados que ofenden a la violencia y a la inteligencia, que hacen más difícil y tratan de desactivar la autodefensa.
           La guerra está hoy en todos los frentes: mediático, económico, tecnológico, social, político y también militar.    
      Dicho de otra manera, la economía es la guerra por todos los medios. Legales e ilegales, policiales, militares e institucionales. Para nosotras, esto implica la necesidad de constituir fuerzas locales, allí donde habitamos, y a la vez, la necesidad de estar en todas partes. La construcción de una nueva Internacional.
           La insurrección tiene su momento de fuego y su momento de agua, destrucción y construcción, retorno al cauce y desbordamiento. Mantener la revolución abierta implica evitar con toda la fuerza de nuestra imaginación práctica que el gobierno retorne, es decir, que se abra un proceso constituyente. Mantener abierto el querer vivir insobornable, que late en toda revolucionaria bajo una crosta de razones esquizofrénica e imágenes cortocircuitadas, significa hacernos fuertes aquí y ahora, mantenernos ágiles y entrenadas, para que la brecha de fuego que se está abriendo en este mundo se haga irreversible. – Leed “Premières mesures révolutionnaires”, primeras medidas revolucionarias, publicado en Francia el último octubre.
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           Reaparecen en la situación las ideas de coordinación territorial y comités de defensa locales, cuya historia revolucionaria recuperó, en Barcelona, Agustín Guillamón, con sus investigaciones sobre Los Comités de defensa barriales de la CNT,1934-1938. Publicado en febrero de 2011. A veces, un gran libro surge precisamente cuando se lo necesita.

      Fuerza espiritual



      FUERZA ESPIRITUAL 




      08.  Hoy, en occidente, la fuerza espiritual es lo más difícil


      Lo más difícil de discernir y de pensar, de reconocer y de conjurar. En tan gran medida la condición de “desarraigados”, de sin tierra y sin memoria, de extranjeros en nuestra propia casa, en todas partes, se ha extendido e intensificado. De hecho, esta investigación parte de constatar esta dificultad. No sabemos bien de qué hablamos cuando hablamos de fuerza espiritual, criadas como hemos sido bajo una quebrantada civilización, racionalista, mecanicista, de raigambre cristiana, cuya hipótesis metafísica actúa de manera tanto más potente en cuanto que aparentemente ha sido superada. Superación aparente de la metafísica que nos ha condenado – como se ha dicho – a “una existencia de animal de labor”. No sabemos exactamente, pero sí tenemos algunas intuiciones y una investigación. La fuerza espiritual tiene que ver con encontrar una buena resonancia con una misma. Una resonancia más allá del ansia, del stress, de la ignorancia. Una resonancia, unas armonías, que abran el horizonte, que nos hagan más diestras y receptivas, que incrementen nuestra potencia. Paradójicamente, recuerda la mirada hacia dentro del topo en el cuento del Viejo Antonio que inaugura el blog. Hay también otras dimensiones. ¿Cómo resuenas a dos? ¿Cómo resuenas a tres o a cuatro? ¿A algunos pocos, a muchos? Resonancia de una entre los animales y plantas, entre las amigas, entre los que aman, o no, entre las casas o en su interior... La fuerza espiritual parece radicarse en los modos, en las modulaciones, singulares y colectivas, de sentir y de luchar, de amar y destruir. De estar presente. De compartir. – Una manera de darse.

      “(...) La penuria externa ayuda al despertar interno; el sagrado descontento se mueve y se conmueve; algo como un espíritu – espíritu es espíritu colectivo, espíritu es asociación y libertad, espíritu es alianza de hombres, [...] –; un espíritu llega a los hombres; y donde hay espíritu hay pueblo, donde hay pueblo hay una cuña que penetra hacia adelante, hay voluntad; donde hay voluntad hay un camino, la palabra vale, pero sólo allí hay un camino. Y se vuelve siempre más lúcido; penetra cada vez más hondo; el velo, la red, el tejido pantanoso de la lobreguez se levanta cada vez más alto; un pueblo se agrupa, el pueblo despierta: ocurren hechos, se produce una acción; supuestos obstáculos son reconocidos como nimiedades, sobre las cuales se salta; otros obstáculos son suprimidos con la fuerza unida; el espíritu es alegría, es poder, es movimiento que no se puede, que no se deja contener por nada en el mundo.”
      Gustave Landauer


      09.  Soberana inutilidad


      La fuerza espiritual no es una cosa, un objeto, un ente o una sustancia. Sino una fuerza. Brilla en la presencia de aquel hombre que afirmaba contra la presentadora de la BBC “I don't call it rioting, I call it an insurrection.” Actúa, produce efectos; aparece para transformar la manera de estar presente, para trastornar; impulsa, es decir, da ilusión; abre el horizonte bajo el que habitamos; atrae hacia sí.
            La encontramos así, primariamente, en la manera de darse, en la presencia, en el modo de darse el mundo en nosotras y nosotras en el mundo. Una inclinación, una cualidad que, hallando la frecuencia de vibración en que se sincronizan los cuerpos, las voces, los anhelos, resuena entre los seres y los inflama tal como hace la música.
           Aquí, no se trata de pensar diferente, no se trata de pensar esto o lo otro, sino de la manera de darse y de acoger. Una puede pensar que las cabras son seres hermosos, pero la clave solamente se encuentra en la manera de darme a ellas y de acogerlas, en el dejarme afectar por su soberana inutilidad. No estar ante ellas como ante carne, leche o queso en potencia, o como ante un simple “animal” – término despótico entre los términos despóticos –; sino, como ante el misterio y la belleza de las maneras y las formas de la naturaleza. Como ante un ser animado por el brillo del mismo sol, sostenido por el mismo aire que nos sostiene, cuyo carácter muestra que no fueron escogidas al azar como símbolo de lo demoníaco, de lo ingobernable, de la locura y la ebriedad. La clave está en la atención y el cuidado que somos capaces de cultivar. En definitiva, en la capacidad de amar que un mundo, que una vida común, puede permitirse. — El desafío, para nosotras, está en la creación colectiva de una forma de vivir y de luchar que vuelva a crear experiencia, es decir, a conjurar lo inolvidable.

      Alquimia


      ALQUIMIA 










      10.Llamamos alquimia al trabajo del fuego



      La potencia del fuego es doble, por un lado es símbolo del arte de construir, del moldear artesano, del trabajo sobre los metales, la cocción, la electricidad, es decir, del habitar humano mismo. Es el fuego de Prometeo. Por otro lado, el fuego es un símbolo de la destrucción, de limpieza y purificación, castigo y venganza. Es el fuego de la Insurrección.
           Conjurar la insurrección metropolitana consiste en conocer, tramar y dominar estas dos potencias del fuego como una sola. El fuego, en este doble sentido, es el espíritu volcánico que todo deseo de revolución lleva consigo.
      “En la figura de Los, el profeta de la imaginación, Blake ha incluido la concepción que tenía Paracelso del “volcán interior” (Archeus), al que llama “artífice y artesano de todas las cosas”. Es el fuego secreto que en el interior de la Naturaleza transforma el espíritu divino en materia. Sendivogius, dicípulo de Paracelso, lo llama “sol central, corazón del mundo” (“Los” es anagrama de Sol).”
      A. Roob, “Alquimia y mística”

      La alquimia es un nombre para el camino de la rebelión. Una rebelión contra el miedo que nos inculcaron, contra la desconfianza que nos acunó, contra la fascinación de las armas brillantes y la fatuidad del poder. Un caminar difícil, en el que un querer vivir insumiso avanza hacia el interior de sí mismo para no perderse y, a la vez, avanza hacia el exterior para encontrar a las camaradas y así, encontrarse. Este caminar avanza hacia el pasado – buscando los cortes, los hundimientos, lo olvidado, lo enterrado – para traer ante nosotras lo que está detrás nuestro trabajando, invisible, y nos impulsa y no nos deja. Al mismo tiempo este caminar se tiende hacia un presente helado, el presente que nos ha sido donado, entregado, confiado, por todos los pasados viejos y viejecitos, se tiende pues hacia este helado presente nuestro para tratar de volver a dilatarlo, a fuerza de golpes quebrar, quebrar la cadena de los segundos, la cadena de la vida contable y vacía, y así, levantar de nuevo el horizonte – allí donde vamos –, recuperar un futuro que merezca su nombre, que deje de bailar entre la repetición impotente y, la acumulación de muertos y deshechos y catástrofe.
             De esta manera la alquimia es el trabajo del fuego, una vía de la insurrección y la revolución. Para nosotras pues, no es una escuela o una identidad separada (como si ahora hubiera que hacerse alquimista), identidad que volvería a clausurar el horizonte. Es, al contrario, una apertura y una práctica, un aprendizaje y un camino, el camino del fuego y la Revolución. Hay fuego en el Blanqui presente en el espíritu de los conjurados de la Commune, hay fuego en las enseñanzas de Landauer invocando una alianza libre bajo una "iluminación profana". Existe un fuego en el corazón de cada una, un fuego por cuidar y cultivar, un fuego que resuena con los volcanes subterráneos y con el sol y los astros del cielo.
           Si la alquimia y toda su constelación conceptual fueron abandonadas, no fue tanto por una proliferación de charlatanes que existe en toda profesión – y en toda profesión de fe –, sino porque históricamente fue portadora de una fuerza mesiánica que barrió, entre los siglos XIII y XVII, un occidente y un cristianismo en crisis. Como siempre, la opción metafísica de una civilización es una opción política. Al final, es una opción que se resuelve entre revoluciones y guerras civiles. Alquimia, astrología, magia y medicina natural, forman parte de una tradición héretica propia tanto a Occidente como al Próximo Oriente. Una tradición de práctica y pensamiento cargada con una potencia material, simbólica y poética, brutal. Una potencia propiamente religiosa dirían Schleiermaher y los prerrománticos alemanes. Una potencia verdaderamente diabólica, o santa, – dicho en términos teológicos –. Estamos hablando de una tradición vinculada a un régimen de verdad particular, a un mundo, no tan lejano, reconocible en los fragmentos de Empédocles, en los testimonios pitagóricos, en la palabra de Joaquín de Fiore, de Paracelso, de Shakespeare, de Giordano Bruno, de Goethe. – Durante el sangriento alumbramiento de la era moderna, esta antigua tradición no dejó de anunciar la inminencia de un apocalipsis emancipador y mesiánico que pudo solamente derrotarse a sangre y fuego.
      “El Almanac de Brunfels y algunos otros escritos de similar disposición, proveyeron de propaganda muy necesaria a las autoridades contemporáneas, quienes comenzaban a darse cuenta, a la luz de las recientes rebeliones campesinas, de que los temores y las predicciones de descontento social podían realizarse por sí mismos. Las profecías que circulaban daban pie a esos temores. El famoso frontispicio de la Practica de Reynmann de 1524 indicaba gráficamente la confrontación entre el campesinado y la institución eclesiástica bajo la constelación de Piscis. Más directamente amenazantes eran las actividades de Melchor Hofmann, predicador itinerante y practicante médico cuyo programa sectario de 1526 fue reforzado por su comentario de la predicción de Daniel sobre el fin del mundo en 1533. Pronto iba a llegar a Estrasburgo, territorio de Brunfels, donde se lo declaró el nuevo Elías. Se esperaba que su nuevo hogar se convirtiera en el escenario del conflicto apocalíptico final y del establecimiento de la nueva Jerusalén."
      Webster, “De paracelso a Newton”

             Hoy, habitamos una crisis de la presencia, niños perdidos, seres sin mundo, extranjeros en todas partes, en nuestra propia casa. Impotentes hasta el punto de querer rebelarnos bajo el nombre maldito de "ciudadanos", de "hijos del Estado", cuando el Estado ha sido siempre señalado por todas la comunidades milenaristas y mesiánicas como el Anticristo, como la encarnación del mal, del robo y del odio entre hermanos, por ejemplo, por la simple causa de un poco de dinero, de una herencia, de una casa. De una casa, pues hoy nacemos arrojados a un mundo despiadado en el que una civilización milenaria es incapaz de dar cobijo a sus hijas.
           Alquimia es uno de los nombres de la insurrección, como tiqqun, autonomia, comunismo o anarco-bolchevique. Nombres difíciles en un mundo corrompido hasta el tuétano. En nuestro mundo están, como dicen los zapatistas, los de arriba y los de abajo. Los de arriba saben que este mundo es irreformable, pero disimulan. Y los de abajo, en occidente, agotados y confundidos, todavía desean creer en la justicia, en la idea de constitución, en las instituciones. Fascinados por la imagen del poder, golpeados y vapuleados, se han convencido finalmente de ser débiles y pequeños. Entonces, en lugar de dar un paso atrás para encontrar a los amigos, a los camaradas, y emprender el difícil camino del conocimiento, de la lucha, del amor, de la vida común y del fuego, prefieren arrojarse en los brazos de fuerzas preexistentes, que no han contribuido a construir, de la mano de reformistas del tiempo. De la mano de los que siguen la ola del poder como si fueran más listos que los linces listos. Mano envenenada que tantas veces no se da cuenta de que, paradójicamente, con su reformismo, empuja precisamente hacia la transformación del mundo que quieren los de arriba. No hablo en enigmas, hablo de la mano de los tecnófilos, de los tecno-utopistas, de los tecnopolíticos. Hablo de los gurús cibernéticos de los últimos movimientos ciudadanos.


      11.  El cuidado


      El fuego del que aquí estamos hablando remite sobretodo a diferentes formas del cuidado. Cuidado de sí. Cuidado mutuo. Cuidado en una formación técnica real, es decir, no tan abstracta como lógica y manual. Cuidado en el aprendizaje de los animales y plantas que nos rodean, de sus ritmos y virtudes. Cuidado en el aprendizaje de la música y la palabra y las artes. Cuidado, en el aprendizaje del combate y del dolor. Cuidado en el aprender a amar.


      12.  El fuego robado


      El fuego fue robado a los dioses vengativos y entregado a los seres humanos para que hiciera nuestra existencia más amable, más capaz de amar y ser amada. Sin embargo, la técnología, que con su velocidad debía liberarnos de las pesadas cargas del trabajo, lo que ha hecho es dejarnos sin tiempo. Agotados. En la urgencia, estamos tan ocupados y tan cansados.
           El trabajo y la técnología son nefastos. Lo son, a pesar de su ambivalencia, pues bénditas sean las máquinas y el saber hacer que nos facilitan la labor y la vida. El trabajo y la técnología son nefastos en tanto definidos y conformados por el Orden, por el contexto de dominación política, por la economía. Es decir, que si el modo concreto y real del trabajo y de la técnología son nefastos, no lo son según su principio interno (la actividad y el saber), sino en función del Orden, de la civilización, un capitalismo democrático y tecno-trabajista que siempre ha decidido ya la repartición de tareas y de bienes. Y que define la cualidad, el ritmo, tono e intensidad de las máquinas a las que estamos sujetos, sometidos. Como se ha dicho: “La captura de este mundo está hecha desde siempre, aunque cada día vuelva a repetirse.”
           La tecnología y el trabajo son, en este sentido, formas de una imaginación indigente. Miras hacia el suelo y la tierra, y en el estómago de las máquinas, embarrándote las manos, y eso es bueno. Luego, sin embargo, también hay que poder levantar la mirada al horizonte y a los ojos de tus amigas. Y a los de tu madre, y a los de tu hija. Hoy, no todas podemos hacerlo. La metafísica, aparentemente superada y por eso tanto más peligrosa, que subsiste en uso actual de la tecnología y el trabajo, es decir la metafísica que subsiste en la Economía, se basa en la obsesión por la medida y el control; por hacer de los seres objetos y de los objetos cosas que tiras, que rompes y abandonas. La medida y el control, el dato, el hecho, la contabilidad: la economía, siendo desde siempre – o desde Jenofonte – una imaginación indigente, precaria, pues estaba al servicio de “dominar la naturaleza”, ha acabado por adueñarse de la vida toda. Esta forma de habitar la actividad y el saber significa el triunfo del despotismo y la tiranía, de las formas Imperiales, de la idea de gobierno (de la inexcusable conducción exterior, cosificada y controlada, de los seres y las cosas). Significa el triunfo de un egoísmo triste, patético, más propio de muertos vivientes que de las hijas de las estrellas.
           Hemos olvidado que nosotras, cada una y colectivamente, no tenemos medida, no somos cosas, ni objetos, que de hecho somos contradictorias, ambivalentes, imposibles y, bajo cierto punto de vista, soberanamente inútiles. Hemos olvidado que nuestra más alta riqueza está en ser ingobernables: “naturaleza liberada”. — Mary Shelley lo describió perfectamente en su “Frankenstein”: con el triunfo de la racionalidad científica, de la economía, de la medida y de la mecánica, se abrían dos líneas catastróficas. En primer lugar, habíamos perdido nuestra íntima maravilla y el misterio general de la vida en la tierra, habíamos perdido el “volcán interior” y su capacidad de resonar entre las criaturas bajo el sol, y la luna. En segundo lugar, acabaríamos creando un monstruo, un muerto viviente alumbrado por la ciencia de las máquinas que buscaría nuestra destrucción. Lo monstruoso es sólo materia, trozos de carne uno al lado del otro, como en la playa en verano, trozos de carne tirados en el suelo, miles reunidos, pero con una soledad bestial. Frankenstein es una sociedad vacía, porque le falta como un espíritu. “Espíritu es fuerza colectiva” y manera singular de sentirla, de desbordarla, de vivirla. – Con un estilo más analítico, Günter Anders es uno de los que mejor ha detallado la “monstruosidad” radical de este mundo.

      "Una sola chispa puede incendiar la pradera"


      "UNA SOLA CHISPA PUEDE INCENDIAR LA PRADERA"


      13.  El hundimiento 


      Alquímico será por ejemplo el momento en que la vergüenza nos sea insoportable. ¿No oís como desde el futuro nos preguntan: pero, es que no lo sabíais? ¿Y nosotros, deberemos mentir como los alemanes y afirmar que no-sabíamos? ¿Es que no sabemos de nuestros Lagers, de nuestros campos? Deportaciones, CIE's, controles de identidad aleatorios. ¿No sabemos de la “crisis agrícola mundial” producto de la liberalización de los mercados y las operaciones de deuda? ¿Del papel estructural de las ONGs en el control de la miseria? ¿De la complacencia sistémica con paramilitares y mafias? ¿O acerca de en qué lugares y según qué lógica infame se hacen nuestras ropas y nuestro calzado, ordenadores y teléfonos? —– Pero más cerca. ¿No sabemos de tanta mezquindad cotidiana, de tanta tristeza y absurdo producto del mundo del trabajo y la necesidad de dinero? ¿No sabemos de la frustración de nuestros anhelos? ¿Del trato con nuestras compañeras? ¿No volcamos hacia otros las culpas sin buscar con otros las salidas? ¿No sabemos que nos engañan y nos roban toda la vida, que para ello educamos a nuestras hijos y hemos sido educados? Sí, lo sabíamos. Incluso bajo el supuesto de que la tecnología crea un mundo excesivo, para nuestra percepción, para nuestra sensibilidad. Aunque oscuramente lo sabíamos, pero, hasta ahora el orden del capitalismo democrático daba seguridad – o ilusión de seguridad –, daba un futuro, una vida. Por muy indigente que ésta fuera, era una vida. En una vida de Lager unos son vigilantes y otros prisioneros. Entre los vigilantes hay científicos y policías. Entre los prisioneros, capos que colaboran y muertos vivientes. También hay quien aspira a capo. Hoy, todo esto ha estallado y aflora la podredumbre.
           Alquimia es, en sentido esotérico (oculto), el proceso que conduce a una transformación de la sensibilidad. Es cuando un mundo se hace insoportable a sí mismo.
      Entonces, revela su arbitrariedad el orden que distribuye los roles y las posiciones relativas, que sanciona las conductas (normal/anormal), que sostiene (y se sostiene sobre) la red de controles, la continuidad de las coacciones y humillaciones. A partir de ese momento, aparece no ya como orden sino como despotismo y tiranía.
           Es cuando, en la doble vertiente de la soberanía tradicional – el lazo mágico que vincula y el orden legal que estipula –, la ley aparece como tiranía y el lazo mágico pende de un hilo. En esos momentos, si la dimensión técnica, gubernamental, del poder, sigue funcionando; la dimensión teológica se haya en quiebra. La dimensión teológica del poder, que ofrece protección en el tiempo, que da un futuro, que da seguridad, sin hacer propiamente nada, se haya en el presente calcinada.
      Cuando algo así ocurre, las convicciones se ven sacudidas, los automatismos se ven laminados por la evidencia del hundimiento de la seguridad. Sea en la Barcelona de 1909 o en la de 2011. Los habitantes de las metrópolis salen a la calle y el horizonte de la Revolución vuelve a levantarse. La abertura de este tipo de situaciones históricas reclama una preparación, una estrategia, una visión.      Esto es algo que sabían los anarcosindicalistas, que crearon frente a la Solidaridad Catalana, Solidaridad Obrera, y después de 1909 la CNT-FAI. Aunque, tampoco ellas y ellos pudieron finalmente decidirse, en 1936, a orientar de modo irreversible la Revolución. Como dice un camarada del norte, no fueron suficientemente anarco-bolcheviques.

       




      14.  Han cogido el viento 


      Un acontecimiento y su resonancia producen un efecto planetario, conmueven nuestros corazones, irrumpen entre-nosotros actualizando un lenguaje, nuevo y a la vez, absolutamente comprensible, pues antiguo. La insurrección Zapatista en 1994, las semanas insurrectas en Grecia en 2008. Uno inicia el ciclo de luchas de mitad de los noventa, inspira al movimiento antiglobalización, y, aún vivo, vive en nosotras. El otro señala, con su radicalidad y su amplitud, el ciclo de luchas de la crisis, las ocupaciones de plazas, las insurrecciones árabes, en cuyo flujo y reflujo, hoy y aquí, habitamos.
          No queremos decir que sean los únicos acontecimientos ni los más importantes. Hay otros muchos igualmente relevantes, Seattle y Génova, las banlieues francesas en 2005, Oaxaca en 2006, las revueltas en la cuenca minera del sur de Túnez en 2008, la lucha “contra las grandes infraestructuras y su mundo” en el Val di Susa en Italia, en la ZAD en Francia, contra la MAT en Catalunya. Por no hablar de la multiplicación sinnúmero de levantamientos locales, en todos los continentes, por todas partes los últimos años. 

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      Decimos que señalan una sincronía especial entre los seres y la época. Han cogido el viento, resuenan con todo, conectan con un flujo de sensibilidad que recorre el planeta. Cabalgan los medios técnicos de la civilización capitalista con otros mundos, porque lo que estos acontecimientos señalan es una guerra entre mundos, una guerra entre formas de vida, una guerra entre formas de la potencia común que está lejos de resolverse. 

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      15.  Las armonías 


      La insurrección es un momento privilegiado para la magia. Ahí brillan los encuentros, las miradas que se cruzan por primera vez, la auto-organización que nos desborda siempre. Una sincronía del sentimiento, alegre, que incrementa la potencia de afectar y ser afectado, de hacer y pensar, de vivir y luchar.
           Pero alquímica es también una búsqueda más paciente de ese brillo que es la Revolución. De esa revolución que reduce a la hostilidad ambiente y abre el campo para una nueva forma de vida, sacudiéndose las deudas rituales del pasado, dando espacio a lo más débil y pequeño, afirmando la asociación libre, practicando el comunismo, construyendo la comuna. En ese trabajo encontramos a proyectos de construcción de autonomía, de investigación en tecnologías para la secesión, a proyectos de educación libre o libertaria y a tantos grupos y colectivos que ya han dejado de esperar.



      16.  Romper el hechizo


      En ocasiones, la fuerza espiritual es ritual o ritualizada (tendremos tiempo en el blog de hablar de ella). Pero, a veces, simplemente se da.
           Una actitud, unas palabras, que rompen el hechizo de la televisión infinita e irrumpen en nuestra percepción interna como un relámpago.





      Un fuego brillante que ilumina una alteridad, que afirma una dignidad invencible. Invencible porque en esos momentos se muestra que hay algo más importante que la vida y la muerte. El brillo de una vida común por la que vale la pena morir. 

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           No nos referimos a una idea hecha de humo (ilusoria), sino de fuego (ilusionante). Visión (theorein) encarnada en una forma de habitar la tierra, cuyo sabor, cuya tonalidad, cuya belleza, conmueven nuestro ser con la fuerza de los elementos. 
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      17.  Una constelación 


      Hay un camino de ida y vuelta entre la sensibilidad común y la visión (theorein) que puede orientarnos. Un camino que no es tanto el de un individuo privilegiado – aunque todas y cada una de nosotras debamos recorrerlo – cuanto la síntesis de una constelación, construida a partir de ensayos y errores, compuesta por elementos técnicos, prácticos, habitacionales, guerreros, sensibles y, por supuesto también, imaginativos y teóricos.



      18.  El flujo y el reflujo 


      La sensibilidad común rebelde reclama momentos de excepción para encontrarse, encontrando un brillo y una resonancia que viajarán después por el tiempo y el espacio.
           Momento de excepción o gesto brutal que resquebrajando la “normalidad” abre un espacio-tiempo para la experimentación y el combate. Donde el orden y su distribución inercial de roles, tiempos y ambientes controlados queda en suspenso. Donde se abre, desatándose, un entramado de líneas de fuerza, de actos y encuentros que dividen el tiempo de una vida, pues se hacen inolvidables. Celebraciones de la pura existencia que parecen no terminar nunca. – Y, sin embargo, flujo y reflujo marcan los ritmos de toda realidad terrestre. En este sentido el deseo de revolución que habitamos reclama también momentos de centralidad, para circular, reelaborarse y alcanzar cierta consistencia y densidad por todas partes. Reclama, bajo alguna forma, una nueva Internacional.




      19.  La magia de la insurrección 


      La fuerza espiritual se da en primer lugar en la insurrección, lo hemos dicho. La insurrección es un momento privilegiado para la magia, para el darse de una realidad transformada en dignidad, rango y belleza, una realidad que no nos separa ni nos deja fuera.
           La potencia de estos estallidos nos invita a una circulación intensa, de seres y de correspondencia, sin embargo, no se trata de perseguirlos hasta agotarnos, buscando, en la espontaneidad de un primer encuentro afortunado lo que solamente el arte de la preparación paciente, de la construcción colectiva y de la lentitud, lo que solamente el arte de la presencia puede darnos: las condiciones para vencer la guerra entre mundos.



      Amar

               

      AMAR

      "La verdadera magia en todas las cosas es el Amor en ellas."
      Plotino.


      20.  El sentido

      Si el objetivo de organizarnos es darnos espacios habitables, tener un lugar desde donde preparar la ofensiva y una vida por la que valga la pena morir; el sentido es el cuidado mutuo. 
      El cuidado entre los seres, el espacio y las cosas que lo pueblan.

      21.  La misión

      La velocidad, creada para ganar tiempo, nos ha dejado sin él. El encantamiento de la técnica nos impone una vida sin tiempo, sin cuidado. Por eso, el combate contra este mundo es en realidad una lucha por la presencia. La presencia es una manera de darse, de darse el mundo en nosotras y nosotras en el mundo. Mirada, sensibilidad, escucha, ritmo, palabra.... música y danza que se anclan en la duración y se hacen experiencia. Para ello – partiendo de nuestra actual “pobreza de experiencia”, donde nada ni nadie alcanza a durar suficiente, y lo viejo es arrojado a la basura y los padres al geriátrico – necesitamos adquirir consistencia, hacer sostenible y duradera la presencia sensible, singular y común. Y los lazos que la entretejen, materiales, semióticos, afectivos. 

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      Nuestro destino, nuestra misión es darnos una forma-de-vida, una potencia común donde de nuevo sea posible amar.
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      1. (...) conocerás el amor por sus frutos: por la amargura de la burla, por la cortante racionalidad, por el venenoso aliento de la desconfianza, por la recia frialdad del endurecimiento; es decir, por los frutos será posible conocer que dentro no hay amor ninguno.”
        “Si la infatuada sagacidad, que se jacta de no dejarse engañar, tuviese razón cuando afirma que no debe creerse en nada que no se vea con lo ojos de la carne, entonces en lo que primeramente habría que dejar de creer sería en el amor. Y si se hiciera tal cosa, precisamente por el temor a ser engañado, ¿acaso no se estaría uno engañando?.”
        Soren Kierkegaard, “La vida oculta del amor”.


      22.  Saldar cuentas con el dolor


      Entendemos amar como la forma primera y a la vez la forma extrema del cuidado mutuo. Darse tiempo, interrumpir el tiempo, interrumpir el orden del discurso y unos discursos enfermos de orden. Regalarnos intensa duración en los encuentros, belleza, momentos inolvidables. Crear un tiempo propicio para poder habitar una comunidad de lucha, una vida común que desprecia la comodidad domesticada, salda sus cuentas con el dolor y es capaz de defenderse.


      23.  El secreto

      “Encontrarte debajo del tiempo, entre las piedras de un destino que exige... no olvidar que en el agua se esconden las horas, que la memoria recupera los días perdidos sin sacarlos de la corriente, que la corriente empuja sin movernos y nos trae las imágenes imposibles que nunca recibieron descanso. Encontrarte debajo del azar del tiempo, entre las piedras del destino, como empujada por el retorno de una corriente estática, es un regalo de todas las fuerzas del pasado y del futuro, de la misericordia creadora nacida con la destrucción del sol. Un presente que se da sin fin, una familiaridad que dilata la presencia haciéndote resonar en mi pasado. Un anhelo de felicidad que vive en las olas de las noches como un vaivén cuya intensidad rompe los miedos antiguos, quiebra la sombra de los límites de mi imaginaria persona, encontrándome, como una donación, una abertura, incompleta y deseante y a la vez, sin ninguna falta ni culpa. Soy el simple resplandor de un secreto, que encuentra en ti un anhelo de felicidad.”
                          Vera Winning, “Secretas cartas a Simona”